El Salvador – Desde el principio de los tiempos, Dios diseñó la creación con un orden perfecto. En el relato de Génesis, vemos cómo el Creador establece hábitats específicos para cada criatura: el agua para los peces, el cielo para las aves y los astros, y la tierra para los animales terrestres. Cada uno de estos seres son creados por el hábitat al cual pertenecen, por la orden de la Palabra creativa y poderosa de Dios. Estos hábitats no son accidentales; cada criatura depende de su entorno para vivir y prosperar. Si un pez sale del agua, muere. Si un animal terrestre se sumerge en el mar sin posibilidad de respirar, muere. Si un ave pierde el cielo, no puede volar. En este marco, el ser humano tiene un hábitat único y extraordinario: Dios mismo.
La creación del hombre: Un acto único y personal
En Génesis 1:26-27, Dios no le ordena a la tierra, al mar, ni al cielo que produzcan al ser humano, como lo hizo con los animales, las plantas y los astros. En lugar de eso, dice: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Este es un mandato interno, un acto deliberado de la Trinidad que destaca la dignidad y el propósito especial del hombre.
El ser humano fue diseñado para habitar en la presencia de Dios. Salir de ese hábitat espiritual equivale a la muerte, no solo física, sino también espiritual. En palabras de Jesús en Juan 15:4-5: “Permanezcan en mí, y yo en ustedes. Así como ninguna rama puede dar fruto por sí misma, sino que debe permanecer en la vid, tampoco ustedes pueden dar fruto si no permanecen en mí”. Para el ser humano, la conexión con Dios no es opcional; es vital.
El impacto del pecado: relaciones rotas
El pecado introdujo una ruptura en esta conexión perfecta. En Génesis 3, cuando Adán y Eva pecaron, su primer instinto fue esconderse de Dios. Su hábitat espiritual fue interrumpido, y la muerte comenzó a reinar. Además se destruyeron las relaciones establecidas entre el hombre y su entorno. La relación directa con Dios se rompió, la relación con la creación fue rota, trayendo maldición a la tierra, la relación con su pareja se rompió, culpando a la mujer de su pecado. El hábitat sigue estando disponible, pero el pecado rompió con esa conexión espiritual entre el ser humano y su entorno.
Sin embargo, incluso en su pecado, Dios tomó la iniciativa y los buscó: “¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9). Este es el grito del Creador que anhela restaurar la relación con Su creación. Es el grito desesperado del hábitat buscando a sus criaturas. Es el grito de Dios aún para la humanidad: ¿Dónde estás tú?. Dios te sigue buscando para que vengas a tu hábitat, porque lejos de Él estás muerto.
El salmista expresa el deseo ardiente que hay en el corazón del ser humano, un anhelo que es silenciado por el pecado, pero que toda persona lo posee en lo profundo de su corazón, porque hay un sentir en su interior que está lejos de su hábitat, Este anhelo se expresa por la pluma del Rey David en Salmos 42:1-2: “Como el ciervo anhela las corrientes de agua, así te anhelo yo a ti, oh Dios. Tengo sed de Dios, del Dios viviente. ¿Cuándo podré presentarme ante Él?”. Este pasaje refleja el deseo profundo de regresar al hábitat divino, un deseo que solo puede ser satisfecho en la presencia de Dios.
Jesucristo: El camino de regreso a nuestro hábitat
En su amor infinito, Dios proveyó un medio para restaurar nuestro hábitat: Jesucristo. En Juan 14:6, Jesús declara: “Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. A través de su sacrificio en la cruz, Jesús abrió el acceso a la intimidad con Dios, permitiéndonos habitar nuevamente en Su presencia.
Esta restauración se vive a través de la oración sincera, enfocada y humilde. La oración no es el fín en sí misma, es el medio por el cual nos encontramos con nuestro hábitat por medio de Jesucristo. Pero no cualquier oración, ni una oración elocuente, sino una oración simple, de un corazón arrepentido y en búsqueda de volver a su hábitat. En Mateo 6:6, Jesús enseña: “Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará”. La oración es el espacio donde cultivamos nuestra relación con Dios y regresamos a nuestro hábitat espiritual.
Pasos para cultivar la intimidad con Dios según Mateo 6:6
- Busca un lugar especial para orar: Tu cuarto, tu sala o cualquier lugar donde puedas estar a solas con Dios.
- Cierra la puerta: Aparta todo tipo de distracciones y busca un tiempo exclusivo con el Señor.
- Habla con Dios de manera natural: No necesitas palabras complicadas. Habla con sinceridad y abre tu corazón.
- Espera Su respuesta: Como el salmista en Salmos 5:3, presenta tus ruegos y espera en silencio Su respuesta.
El Día Nacional de Oración nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con Dios. ¿Estamos viviendo en nuestro hábitat espiritual, o nos hemos alejado de Él? Dios nos llama a regresar a Su presencia, donde encontramos vida, propósito y paz. A través de Jesucristo y la oración, podemos restaurar nuestra intimidad con el Creador.
“Porque en Él vivimos, nos movemos y existimos” (Hechos 17:28). Que este día sea el comienzo de una vida en intimidad con Dios, nuestro verdadero hábitat.